MILANO:  Madama Butterfly – Teatro alla Scala

MILANO: Madama Butterfly – Teatro alla Scala

Giacomo Puccini
MADAMA BUTTERFLY
Tragedia giapponese in due atti
Libretto di Giuseppe Giacosa e Luigi Illica
(Ricostruzione della 1ª versione 1904 di Julian Smith;
Casa Ricordi, Milano)

Direttore: Riccardo Chailly
Regia: Alvis Hermanis

Madama Butterfly (Cio-Cio-San): Maria José Siri, Liana Aleksanyan (16 dic.)
Suzuki: Annalisa Stroppa
Kate Pinkerton: Nicole Brandolino
F.B. Pinkerton: Bryan Hymel
Sharpless: Carlos Álvarez
Goro: Carlo Bosi
ll Principe Yamadori: Costantino Finucci
Lo zio bonzo: Abramo Rosalen
Yakusidé: Leonardo Galeazzi
Commissario imperiale: Gabriele Sagona
L’Ufficiale del registro: Romano Dal Zovo
La madre di Cio-Cio San: Marzia Castellini
La zia di Cio-Cio San: Maria Miccoli
La cugina di Cio-Cio San: Roberta Salvati

Coro e Orchestra del Teatro alla Scala
Nuova produzione Teatro alla Scala
Durata spettacolo: 03 ore e 05 minuti incluso intervallo

Scene: Alvis Hermanis, Leila Fteita
Costumi: Kristine Jurjāne
Luci: Gleb Filshtinsky
Video: Ineta Sipunova
Coreografia: Alla Sigalova
Drammaturgo: Olivier LexaIl

Versione 1904

Teatro alla Scala, 13 dicembre 2016

Recensita a tempo record per la Spagna, poiché stava chiudendo l’edizione di Opera Actual, Madama Butterfly la pubblico ora in lingua castigliana, sperando di fare cosa utile e gradita non solo al mondo ispano.

In sintesi: la versione 1904 rimane quello che è, un abbozzo a cui Puccini pose rimedio mettendoci ripetutamente mano, togliendo il superfluo, condensando ed accelerando l’azione drammatica ottemperando così al motto “la brevità gran pregio” annunciato nella Bohéme e disatteso nella primitiva versione.

Ci sono almeno due punti che a me preme sottolineare. Il primo quando Butterfly confida a Pinkerton di essere andata alla missione e aggiunge “vi son costata cento yen, ma vivrò in economia” che, sommata alla successiva confessione che interrompe sul più bello il duetto d’amore, “pensai di sposarmi per qualche mese”, toglie innocenza al personaggio e giustifica agli occhi dello yankee conquistatore il successivo abbandono. Così pure nella scena con Kate, cui spetta in questa versione la tremenda battuta “Son la causa innocente di ogni vostra sventura” la reazione della protagonista “ è da molto che vi ha sposata, voi?” non ha la drammatica valenza del “Ah! È sua moglie!”, in risposta al console Sharpless.

Passando alla valutazione dello spettacolo, personalmente ho trovato assai brava José Maria Siri, pur annunciata malata alla recita del 13, Carlos Alvarez un autentico lusso nel ruolo di Sharpless, perfetti tanto il Goro quanto la Suzuki, rispettivamente Carlo Bosi ed Annalisa Stroppa e molto bene gli altri, tolto il tenore Bryan Hymmel che mi parve inadeguato già al concerto di Peralada la scorsa estate e che va considerato un errore di programmazione.

Lo spettacolo in sé nulla aggiunge e nulla toglie alla più consolidata tradizione, ma pur nella sua prevedibilità per lo meno ci risparmia taglio di zucchine e impastatura di tagliatelle. Il precedente  collaudatissimo allestimento autenticamente giapponese, ammesso e supposto che ciò sia prerogativa dell’opera, era di gran lunga preferibile e molto più pregnante.

Della direzione di Riccardo Chailly e dell’orchestra si deve – in tutti i sensi – dire bene: ricchezza e raffinatezza nella ricerca di tutte le preziosità che arricchiscono lo spartito, con cromatismi ed alcuni effetti, penso a dei glissando molto suggestivi, che più spesso vengono trascurati. Ma il respiro del canto è un’altra cosa e trattare le voci come strumenti, con il risultato più volte incorso di coprirle, senza dar loro la possibilità di espandersi con maggior libertà nel canto, non conviene. In Puccini, men che meno.

Buon proseguimento!

Por mucho que se le den vueltas, esta primera Butterfly, abucheada sin piedad en su primera y unica apariciòn en el Teatro alla Scala el 17 de febrero de 1904, no deja de ser hoy por hoy una efemeride, una curiosidad para los melomanos mas empedernidos, para los musicologos y, como no, una ocasiòn inmejorable para el lucimiento de Riccardo Chailly, el que se propone un muy loable “Tutto Puccini” en el coliseo milanes. Empezemos, pués, con la explendida ejecucion musical, pudiendo la orquesta de la Scala demostrar su calidad superior y extrema bajo una batuta inagotable en matices, en buscar todos los alardes timbricos, tonales y melodicos en que se prodigò Giacomo Puccini desde el primer vahido de su criatura japonesa. A la que le fallò en su dia – todo hay que decirlo – la prerogativa del teatro pucciniano, anunciada cual teorema y lema en la Bohéme, reforzada con un ritmo dramatico inalcanzable y extraneo a su origen teatral de Sardou, en Tosca: “la brevità, gran pregio”.

No es tanto lo “politicamente incorrecto”, que de haberlo haylo y que de alguna manera refuerza la idea de un Yankee machista y colonialista, cuanto lo teatralmente inutil que, tras cinco revisiones culminando con la ultima versiòn, la que ahora normalmente se representa, de 1922 a la que el genio de Puccini diò su forma redonda y defintiva. Aquì no es el caso del enigmatico final de Turandot, que sigue inacabada por muchos finales que se le quieran anadir y cambiar. En este caso la voluntad del Autor, con sus cortes y anadidos (por todos el aria “Addio fiorito asil” de gran belleza melodica), sus arreglos harmonicos y tonales, es patente y sin posibles vueltas atras.

Tampoco es una novedad, como se ha querido despachar, esta ediciòn la que los mas majores (por no decir viejos) pudimos apreciar en la Fenice de Venecia en 1982, alternandose con la definitiva de noche en noche, funciòn tras funcion. En fin, admitiendo y reconciendo que el fracaso de 1904 fue construido, premeditado y francamente brutal, pués ni la opera ni, menos, sus interpretes merician tal, demos por bueno el experimento.

Ofrecida en directo atraves de los canales de televison de todo el mundo el dia del estreno, el fatidico 7 de diciembre en el que se celebra el patrono de Milan San Ambrosio, esta cronica se refiere a la tercera funcion. Antes de que subiera el telon se nos dio la noticia que la protagonista, la soprano uruguaya Maria José Siri, si bien resfriada, enfrentaria igualmente su parte. Lo que francamente hizo con profesionalidad impresionante, sin rebajas de ningun tipo, incluyendo el Re bemol, broche de oro de su entrada, encandilando al publico, especialmente exigente el del primer turno de abono, con una interpretaciòn de altisimo nivel, teniendo en cuenta de que debutaba el rol. Su voz de soprano lirica se adaptada especialmente a las exigencias de la pequena japonesa, casi una nina con sus quince anos en el primer acto, ingenua e ilusionada, luego pasados tres anos, mujer y madre. El dramatismo controlado, sin exceder en tonos “veristas” interiorizando mas bien su pena, que en la primera versiòn es mas matizada y menos tragica, la dulzura en el canto, con pianisimos y legato de maxima escuela, se suman a un acento y a un fraseo bien expresados en “decir“ que es la aplicaciòn del “canto sulla parola“. Fiel a una regia que le ha impuesto movimientos estilo teatro Kabuki, a veces excesivos sobre todo en el segundo acto, sin embargo ha llegado al corazòn del auditorio con una emotividad palpable, verdadera y emocionante.

La presencia de un Consul Sharpless de la categoria de Carlos Alvarez anadiò interes a la funciòn, pese que en esta versiòn se le quite protagonismo, para pasarselo a la episodica Kate Pinkerton, la que aqui tiene mayor posibilidad de lucirse. Todo un lujo asiatico disponer de una vocalidad tan vigorosamente baritonal, con un timbre aterciopelado y agradecido por color, con un canto bien proyectado, en principio complice y campechano hacia el lugarteniente y paisano, luego poderosamente paternal y afectuoso con la desdichada Ciociosan. Tuvo, como era previsible, un merecido exito personal.

El que arriesgò, y mucho, fue el norteamericano tenor Bryan Hymmel, y no solo por su inevitable antipatia escenica, aun mas manifiesta con frases decididamente racistas en la primera version. Sencillamente fuimos muchos en opinar que, sin ir mas lejos, en Italia hay una media docena de tenores mas capacitados que él ya sea por tecnica – resultando estirado y chillon en el agudo siempre forzado – ya sea por dicciòn y conciencia de la palabra cantada. Desde luego, leer que anda por el mundo coleccionando exitos en las Visperas verdianas o en el Tell de Rossini, deja perplejos. Fue un paso en falso y con mucha probabilidad este, en Italia almenos, es un repertorio que serà mejor que evite de aquì en adelante.

Entre los tenores especializados en las llamadas “parti di fianco” a Carlo Bosi le espera, sin duda, la muy onorable condiciòn de heredero de Piero Di Palma, el inolvidado rey de los comprimarios. Su Goro fue no menos que perfecto, por las intenciones en la actuaciòn ejemplar, por la precisiòn musical y por una voz bien proyectada en “avanti” al punto que en mas de una ocasiòn superò con creces la del tenor protagonista. Muy buena la Suzuki de Annalisa Stroppa, mezzosoprano emergente y adecuados los otros interpetes: el bien cantado Bonzo de Abramo Rosalem, el borrachin tio Yakusidé de Leonardo Galeazzi y, de la larga lista, recordemos a la Kate Pinkerton, preciosa de aspecto y efectiva como cantante, de la mezzo Nicole Brandolino.

Recordemos la actuacion del coro, como siempre magistralmente istruido por el Maestro Bruno Casoni y volviendo a Chailly, se apreciò una direcciòn que puso en releive lo sinfonico, y los atrevimientos tonales, que la partitura conlleva, subrayando momentos que a menudo pasan casi desapercibidos: glissando y stentando en orquesta, acompanados por “pieni” de gran efecto, casi tsunami wagnerianos sin perder pulcritud y nitidez. Si algo se le puede reprochar es que trata las voces como istrumentos y en la opera hay que evitar por supuesto los calderones, pero también hay que dar mas respiro al canto, con una expansion lirica que respete y dé respiro a las voces.

Sin embargo la funciòn tuvo su merecito triunfo, especialmente hacia la protagonista y a “nuestro” Carlos Alvarez.

Andrea Merli

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